Encuentro de Oración. Abril 2021
En la noche ha vuelto a reunirse el Grupo de Oración. Abril nos ha regalado la celebración de la pasión, muertes y sobre todo la Resurrección de Ntro. Señor Jesucristo, sin la que nada tendría sentido, y de ella hemos hablado en este encuentro.
La Pascua no es una fiesta más. En el cristianismo primitivo era la única fiesta revivida domingo tras domingo. Es la fiesta del Viviente y de la vida. La celebración del triunfo de Jesús sobre el abandono, el dolor y la muerte.
Cierto es que el Resucitado es el mismo crucificado. Lleva en su cuerpo glorioso los vestigios de su Pasión, esas heridas que nos han curado. La resurrección no ha borrado mágicamente las experiencias de muerte que aún quedan en nuestras personas y en nuestra historia. Pero es una promesa del Padre de que nosotros también las venceremos.
Por ello, celebramos la Pascua no sólo con esperanza, también con una gran
certeza: Dios nos libera radicalmente del mal y nos compromete con la
liberación. Estamos llamados a vivir como resucitados, buscando y sirviendo los
bienes de arriba, los valores del evangelio, una vida en plenitud.
¿No sabemos dónde le han puesto? María Magdalena expresa su desconcierto lamentándose de que no sabía dónde habían puesto al Señor. Pero ella, apóstola de apóstoles, supera pronto el dolor de la distancia. Y en la palabra del Maestro que la llama a la serenidad y al futuro le descubre vivo y comprometido con la vida de la gente. Que para eso vino al mundo. Y para ello sigue en él.
Los cristianos sabemos “donde le han puesto”: donde dos tres se reúnen en su nombre ahí está Él. Resucitándole, el Padre le ha puesto en el corazón de cada comunidad y de cada creyente, en las personas convencidas de que la historia no se acaba porque queda mucho por hacer en ella, en los dramas de quienes reclaman nuestra solidaridad, en la energía de quienes no se resignan a perder su libertad ni su dignidad. Jesús está donde hay vida y ganas de vivir y compromisos para que vivan todos.
Nosotros somos sus testigos si seguimos abriendo caminos con Él para que el
Reino llegue a nuestra historia. La Pascua que repetimos no es sólo un rito
anual con el que romper la monotonía de lo cotidiano. Es rememorar los orígenes
de nuestra fe desde la experiencia de que, como Él, hemos pasado de la muerte a
la vida porque amamos a los hermanos.