12 marzo 2013

EL ÚLTIMO MENSAJE CUARESMAL



      Hemos apreciado la profundidad y sencillez de los ocho mensajes que para la cuaresma nos ha dirigido Benedicto XVI durante su pontificado. Su último mensaje, para la cuaresma de este año 2013, ha subrayado la necesaria relación que existe entre la virtud de la fe y la de la caridad.

En el mensaje se rechaza repetidamente la posible oposición y aun la separación entre estas dos virtudes. Uno puede preguntarse si era necesario afirmar una vez más la estrecha vinculación que las une para que ambas sean verdaderas y fructíferas.

Seguramente, cada uno de nosotros puede recordar algunas personas que, en la práctica, parecen vivir como si la fe y la esperanza pudieran existir separadas. Hay algunos que se proclaman creyentes, pero en su vida diaria parecen ignorar las necesidades del prójimo. Otros por el contrario afirman que para dedicarse a la promoción social de los demás no necesitan el apoyo de la fe.

Pero sin necesidad de juzgar a nadie, todos debemos examinar nuestra conciencia  y preguntarnos por la coherencia de nuestra fe.

Pues bien, Benedicto XVI recuerda los puntos fundamentales que exponía ya en su primera carta encíclica, “Dios es amor”. Allí nos decía que el amor al prójimo no es sólo un mandamiento impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de la fe, la cual actúa por la caridad.

En este último mensaje rechaza tanto la tentación del fideísmo como la del activismo moralista. ¿Qué significa esta doble exclusión?  Significa que se equivoca quien hace tanto hincapié en la prioridad y el valor de la fe que subestima y casi desprecia las obras concretas de caridad, reduciéndolas a un humanismo genérico.

Pero se equivoca también quien sostiene “una supremacía exagerada de la caridad y de su laboriosidad, pensando que las obras puedan sustituir a la caridad”. Son numerosos los textos bíblicos que apoyan la unión entre la fe y la caridad. Y es evidente que el sentido común de las gentes critica la separación que a veces establecemos entre ellas.

Como recordando el misterio de la transfiguración de Jesús en el monte y la curación del niño que sigue a ese relato evangélico, Benedicto XVI afirma que “la existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que de ahí se derivan, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios”.

El mensaje de cuaresma señala además dos peligros. El de reducir la caridad a la solidaridad o la ayuda humanitaria, cuando en realidad ha de incluir el anuncio de Cristo como primer factor del desarrollo. Y el peligro de creer que las obras de caridad son fruto del esfuerzo humano, cuando nacen de la fe y de la gracia de Dios.

El mensaje concluye poniendo en relación dos “saberes” imprescindibles. El cristiano parte de la humilde aceptación de la fe, que nos lleva a “saber que Dios nos ama”. Pero debe llegar a la verdad de la caridad, es decir, a “saber amar a Dios y al prójimo”.

José-Román Flecha Andrés

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