Jamás la majestad del
Espíritu Santo ha estado separada de la omnipotencia del Padre y del Hijo; todo
lo que hace el gobierno divino para administrar el universo, procede de la
Providencia de toda la Trinidad. En ella no hay más que una misma bondad de
misericordia, una misma severidad en la justicia. Nada que este dividido en la
acción o nada que difiera en la voluntad. Lo que el Padre ilumina, el Hijo lo
ilumina y el Espíritu Santo lo ilumina también.
San León Magno
Sermón 75, sobre
Pentecostés
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