San Antonio de Padua con el Niño Jesús (1665), de Bartolomé Esteban Murillo
(Lisboa, hacia 1195 - Arcella,
junto a Padua, 1231) Santo franciscano de origen portugués, sacerdote y doctor
de la Iglesia. Su nombre de nacimiento era Fernando Martins; era hijo
primogénito de Martín de Alfonso, caballero portugués descendiente de nobles
franceses (los Bouillon), y de María Taveira.
Estudió en la escuela
catedralicia, donde un tío suyo era maestrescuela; más tarde, en torno a 1210,
ingresó en el monasterio de canónigos regulares de San Agustín de San Vicente
de Fora, cerca de Lisboa. Allí tuvo como maestros al propio prior, Pedro, y a
un hombre de amplios conocimientos como Petrus Petri. Pero su familia y amigos
no aceptaron su vocación y trataron de hacerle abandonar.
Para evitar estas presiones
renunció a la herencia familiar y se trasladó en 1212 al monasterio de Santa
Cruz de Coimbra, importante centro de enseñanza religiosa que contaba con una
gran biblioteca. En este otro lugar recibió la influencia de la escuela
teológica de San Víctor (París) a través de profesores que habían estudiado
allí. Tampoco en Coimbra encontró tranquilidad, pues el monasterio se vio
afectado por el enfrentamiento entre el rey Alfonso II de Portugal y el papa
Inocencio III: su propio prior, Juan, fue excomulgado por apoyar al primero.
Hacia 1219, fecha en que
probablemente era ya sacerdote, conoció a la pequeña comunidad franciscana de
Coimbra, establecida poco antes en el eremitorio de Olivais, y se sintió
atraído por su modo de vida fraterno, evangélico y en pobreza. Cuando poco
después llegaron a su monasterio restos de los primeros mártires franciscanos,
muertos en Marrakech, decidió ingresar en la nueva orden, que a causa de su
reciente creación aún estaba poco extendida y carecía del prestigio que
alcanzaría más adelante. Fray Juan Parenti, provincial de España, presidió la
sencilla ceremonia de toma de hábito franciscano (verano de 1220), en la que
cambió el nombre de Fernando por el de Antonio (el eremitorio de Olivais estaba
dedicado a San Antonio Abad), símbolo de su cambio de vida.
Tras un breve noviciado, e
impulsado por el ejemplo de los mártires franciscanos, parece que en otoño de
ese mismo año embarcó hacia Marruecos junto con otro hermano de orden, fray
Felipe de Castilla, para alcanzar él mismo el martirio. Sin embargo, al poco de
desembarcar contrajo la malaria, enfermedad que le dejaría secuelas para toda
la vida; convaleciente todo el invierno, se vio obligado a abandonar el país.
Su intención era ahora llegar a
las costas españolas y desde ellas volver por tierra a Portugal, pero una
tempestad llevó el barco en que viajaba hasta Sicilia. Permaneció algún tiempo
en Milazzo (costa noreste de la isla), donde había una comunidad franciscana,
para completar su recuperación. En junio de 1221 asistió al capítulo de su
orden en Asís ("capítulo de las Esteras", que convocó a 3.000
franciscanos); allí conoció a San Francisco de Asís y decidió no regresar a Coimbra
para ponerse al servicio de fray Gracián, provincial de la Romaña
(circunscripción franciscana que abarcaba todo el norte de Italia).
Éste lo envió durante un año al
eremitorio de Montepaolo (cerca de Forli) para que se fortaleciese antes de
encomendarle alguna misión de apostolado. A mediados de 1222, ya con buena
salud, predicó en la catedral de Forli (sin haber preparado previamente sus
palabras, pero con gran profundidad) con ocasión de unas ordenaciones de
franciscanos y dominicos.
Su provincial le nombró
predicador y le encargó ejercer su ministerio por todo el norte de Italia,
donde se extendía por muchos lugares el catarismo. Recorrió así, enseñando,
numerosos lugares. Su labor catequética en Rímini en 1223, por ejemplo, fue
difícil, pero sus exhortaciones y discusiones públicas acabaron teniendo éxito,
logrando convertir entre otros a Bononillo, obispo cátaro. A finales de este
año o principios de 1224 estuvo también en Bolonia, enseñando teología a otros
frailes franciscanos en el convento de Santa María de la Pugliola; fue el
primer maestro de la orden, recibiendo para ello el permiso de San Francisco,
que le escribió una carta llamándole "mi obispo".
Hacia 1224 o 1225, sus superiores
lo trasladaron al sur de Francia, donde los albigenses tenían más fuerza que en
Italia. Su método para combatir la herejía consistió en llevar una vida
ejemplar, en charlas con los no creyentes y en catequesis para fortalecer la fe
de los cristianos. Prosiguió su enseñanza teológica en Montpellier (donde se formaban
los franciscanos y dominicos que iban a predicar en la región) y Tolosa (ciudad
con fuerte presencia albigense), además de ser guardián del convento de Le
Puy-en-Velay (al oeste de Valence y Lyon) y, desde el capítulo de Arlés de
1225, custodio de Limoges. Como tal estableció la residencia de los
franciscanos de la ciudad en una antigua ermita benedictina y fundó un convento
cerca de Brieve.
A finales de 1225 participó en el
sínodo de Bourges, que examinó la situación de la región. San Antonio de Padua
señaló a los prelados la necesidad de vivir sencillamente para dar ejemplo; el
obispo de Bourges, Simón de Sully, respondió a sus palabras y aplicó en lo
sucesivo la reforma de costumbres, ayudándose de franciscanos y dominicos para
la evangelización de su diócesis.
La muerte de San Francisco el 3
de octubre de 1226 le obligó a viajar a Asís, como custodio de Limoges, para
asistir al capítulo general que debía elegir nuevo ministro general; éste tuvo
lugar el 30 de mayo de 1227, siendo elegido fray Juan Parenti. Buen conocedor
de la valía de Antonio, le nombró provincial de Romaña. Muy querido por sus
frailes, recorrió los lugares de su provincia donde había conventos franciscanos;
uno de ellos fue Vercelli, donde predicó en la catedral con gran impacto y
conoció al teólogo y canónigo regular Tomás Galo.
También por entonces debió estar
durante estancias largas en Padua, donde fundó una escuela de franciscanos y
comenzó a escribir una serie de sermones. Fruto de su labor fue el aumento de
las misiones de predicación y la fundación de numerosos conventos. En el
capítulo general de 1230, reunido con ocasión del traslado de los restos de San
Francisco a su basílica de Asís, pidió a Parenti que le retirase el cargo, a
causa de su mala salud.
El general aceptó su renuncia a
cambio de formar parte de una comisión que debía presentar al papa Gregorio IX
varias cuestiones sobre la regla franciscana que el pontífice debía estudiar y
aprobar. Ante él y la curia romana predicó por entonces Antonio, siendo
escuchado con entusiasmo: el papa lo llamó "Arca del Testamento". Es
posible que colaborase en la redacción de la bula Quo elongati, respuesta a los
problemas planteados por la orden al pontífice.
Después marchó al que sería su
último destino, Padua, en la que se entregó con tal ardor que en lo sucesivo a
su nombre quedaría asociado el de la ciudad: Antonio de Padua. Se instaló
primero en la capilla de la Arcella, junto al convento de clarisas, pero solía
predicar en el convento franciscano de Santa María, extramuros de la ciudad.
Escribió, por petición del
cardenal Reinaldo dei Segni (el futuro Alejandro IV), una serie de sermones
según las fiestas del año litúrgico y predicó hasta el agotamiento la Cuaresma
de 1231; a sus sermones diarios asistió gran parte de la ciudad y consiguió del
Consejo Mayor de la ciudad la liberación de los deudores presos por no tener
medios con qué pagar sus deudas (origen del "Estatuto de San Antonio").
Poco después, el podestá Esteban Badoer le rogó que solicitase al poderoso
Ezzelino IV da Romano la liberación de varios nobles paduanos que tenia
prisioneros; de este modo, viajó a Verona y se entrevistó con Ezzelino,
aparentemente sin éxito, si bien unos meses después de la muerte de Antonio
acabaría por ceder.
En mayo, habiendo empeorado su
salud por el viaje, se retiró al cercano lugar de Camposampiero para descansar
y terminar de escribir los Sermones. Pero la gente tuvo conocimiento del lugar
en que estaba y acudió en masa a oírle y pedirle consejo. El viernes 13 de
junio sufrió un colapso y, ante el próximo fin, pidió que le trasladasen a
Padua. Así se hizo, aunque para evitar las multitudes se detuvieron en la
Arcella, donde murió Antonio esa misma tarde tras recibir la extremaunción y
recitar los salmos penitenciales. No tenía aún cuarenta años, y había ejercido
su intensa predicación poco más de diez.
Orador sagrado, fundador de
hermandades y de cofradías, teólogo y hombre de gobierno, dejó varios tratados
de mística y de ascética y se publicaron todos sus sermones. Un año después de
su muerte fue beatificado. Su culto, muy popular, se generalizó a partir del
siglo XV. Su representación más valiosa se debe a Goya, quien lo plasmó en San
Antonio de la Florida. Fue proclamado doctor de la Iglesia en el año 1946. Su
fiesta se celebra el 13 de junio.
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