Tras la Semana Santa y tras unos días intensos en montaje y
preparación del Miércoles Santo. Tras una vibrante e inolvidable Estación de
Penitencia. Tras el desmontaje y recogida del paso, enseres, ropas y todo lo que
conlleva poner una Cofradía en la calle... el Señor está de nuevo en su
capilla. Su casa, que huele a Pascua, a limpio, a blancura, a Resurrección. El
Señor ya está en su altar esperando nuestra visita a cualquier hora, en
cualquier momento, porque Él no es Señor de un solo día, si no de la eternidad.
Vayamos a verlo como al familiar que se visita por enfermedad o por la alegría
de un acontecimiento. Cuando podáis acercarse a recibir la paz de su mirada
dulce y el aliento en los momentos difíciles. Él nos hará mejores personas
capaces de perdonar y de rectificar. De descubrir que el Dios de la Humildad
resucita en cada uno de nosotros.
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