En el Encuentro de Oración de Julio celebrado ayer, partimos de la parábola del tesoro escondido para honrar al Apóstol Santiago: Ejemplo de
santidad, de peregrino-misionero que entrega su vida para proclamar el Reino de
Dios.
¿Qué tesoro es tan valioso para vender todo lo que se tiene? ¿Qué merece
desprenderse de cuanto se posee para conseguir otro bien? ¿Qué hallazgo puede
producir inmensa alegría? No cabe la
menor duda que lo que encontró el hombre tiene un valor inestimable, inmedible,
y lo más grande en valor, es el Reino de Dios, y por él se puede renunciar a
todo.
Santiago entiende bien cuál es ese tesoro escondido y valiente se lanza a
los caminos; y sin cargas nos sigue dando ejemplo a la Iglesia de hoy. Al igual
que los peregrinos que caminan a Santiago o a cualquier lugar de peregrinación,
tenemos la oportunidad durante nuestro peregrinaje vital para reflexionar, para
la oración y para el disfrute de la amistad y el compañerismo con otros
peregrinos: nuestra familia, compañeros de trabajo, amigos...
Al igual que la peregrinación es una oportunidad de renovación espiritual y
de crecimiento en la Fe personal, no dudemos que nuestra vida tenga esos
momentos de encuentro con Dios y con los hermanos.
Aprendamos a caminar sin tantas cargas, con lo imprescindible, con lo
importante. De esta manera haremos que el Reino de Dios se haga posible aquí en
la tierra con nuestros hermanos.
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