25 junio 2020

LA EUCARISTÍA: REGALO DE DIOS

En la noche de ayer, último Miércoles de mes, el Grupo de Oración se reencontró nuevamente con mucha alegría de manera física a las plantas del Señor.

Celebramos la Natividad de San Juan Bautista, él fue el predecesor de Jesús, el Hijo de Isabel, la bienaventurada prima de María en la que Dios obró el milagro de ser madre a pesar de su edad. Juan encarna al hombre-profeta que anuncia hasta morir la llegada del Mesías. Jesús también se entrega y se sacrifica a la Misión del Padre, pero va más allá aún, nos deja la Eucaristía como alimento para los cristianos.

La Eucaristía es el regalo más hermoso que Jesús nos dejó en la tierra. ¿Qué hubiera sido de nuestra vida sin esta presencia silenciosa, vigilante y amorosa de Dios en los Sagrarios de las iglesias? ¿Cómo caminar por los senderos de este mundo sin este Alimento espiritual? La Eucaristía es el misterio de un Dios que quiso quedarse entre nosotros como Amigo íntimo, como Compañero inseparable. Las delicias de este Dios es estar con los hijos de los hombres. Ahí en la Eucaristía Dios se reviste con el velo de sencillez, de humildad, del anonadamiento, para que nadie pueda decir que es demasiado grande como para acercarse a Él. ¿Quién será capaz de despreciar este inmenso y postremo esfuerzo del Corazón de Jesús para ganarse al hombre?

La Eucaristía ha sido el mayor regalo que Cristo nos dio antes de volver al Padre. En la Eucaristía, Cristo está con su presencia real, personal y sustancial. En la Eucaristía Cristo se sacrifica por cada uno de nosotros. En la Eucaristía, Cristo se hace comida y banquete para todos los hombres. En la Eucaristía, Cristo quiso que se perpetuara hasta el final de los tiempos el memorial de su pasión, muerte y resurrección, a través de los sacerdotes.

En la Eucaristía no solamente recibimos la gracia, sino el Manantial y la Fuente misma de donde brota. Todos los sacramentos se ordenan a la Sagrada Eucaristía y la tienen como centro. Oculto bajo los accidentes de pan, Jesús espera que nos acerquemos con frecuencia a recibirle: el banquete, nos dice, está preparado.

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