Esta noche, tras escuchar la Palabra, hemos querido reflexionar sobre una de las homilías del Papa Francisco que nos habla de la Oración, transcribimos un fragmento de la misma:
Hay un dicho entre nosotros que
dice así: Dime cómo rezas y te diré cómo vives, dime cómo vives y te diré cómo
rezas, porque mostrándome cómo rezas, aprenderé a descubrir el Dios que vives
y, mostrándome cómo vives, aprenderé a creer en el Dios al que rezas; porque
nuestra vida habla de la oración y la oración habla de nuestra vida. A rezar se
aprende, como aprendemos a caminar, a hablar, a escuchar. La escuela de la
oración es la escuela de la vida y en la escuela de la vida es donde vamos
haciendo la escuela de la oración.
Y Pablo a su discípulo predilecto
Timoteo, cuando le enseñaba o le exhortaba a vivir la fe, le decía acuérdate de
tu madre y de tu abuela. Y a los seminaristas cuando entran al seminario muchas
veces me preguntaban Padre pero yo quisiera tener una oración más profunda, más
mental. Mira sigue rezando como te enseñaron en tu casa y después poco a poco
tu oración irá creciendo como tu vida fue creciendo. A rezar se aprende como en
la vida.
Jesús quiso introducir a los
suyos en el misterio de la Vida, en el misterio de su vida. Les mostró
comiendo, durmiendo, curando, predicando, rezando, qué significa ser Hijo de
Dios.
Los invitó a compartir su vida,
su intimidad y estando con Él, los hizo tocar en su carne la vida del Padre.
Los hace experimentar en su mirada, en su andar la fuerza, la novedad de decir:
Padre nuestro.
En Jesús, esta expresión no tiene
el gustillo de la rutina o de la repetición, al contrario, tiene sabor a vida,
a experiencia, a autenticidad. Él supo vivir rezando y rezar viviendo,
diciendo: Padre nuestro.
[...] Somos invitados a
participar de su vida, somos invitados a introducirnos en su corazón, un
corazón que reza y vive diciendo: Padre nuestro. ¿Y qué es la misión sino decir
con nuestra vida, desde el principio hasta el final, que es la misión sino
decir con nuestra vida: Padre nuestro?
A este Padre nuestro es a quien
rezamos con insistencia todos los días: y que le decimos en una de esas cosas
no nos dejes caer en la tentación. El mismo Jesús lo hizo. Él rezó para que sus
discípulos -de ayer y de hoy- no cayéramos en la tentación.
¿Cuál puede ser una de las
tentaciones que nos pueden asediar?
¿Cuál puede ser una de las
tentaciones que brota no sólo de contemplar la realidad sino de caminarla?
¿Qué tentación nos puede venir de
ambientes muchas veces dominados por la violencia, la corrupción, el tráfico de
drogas, el desprecio por la dignidad de la persona, la indiferencia ante el
sufrimiento y la precariedad?
Creo que la podríamos resumir con
una sola palabra: resignación. Y frente a esta realidad nos puede ganar una de
las armas preferidas del demonio, la resignación. ¿Y qué se le va a hacer?, la
vida es así.
Una resignación que nos paraliza
y nos impide no sólo caminar, sino también hacer camino;
Una resignación que no sólo nos
atemoriza, sino que nos atrinchera en nuestras [...] aparentes seguridades;
Una resignación que no sólo nos
impide anunciar, sino que nos impide alabar. Nos quita la alegría, el gozo de
la alabanza.
Una resignación que no sólo nos
impide proyectar, sino que nos frena para arriesgar y transformar.
Por eso, Padre nuestro, no nos
dejes caer en la tentación.
Papá. Padre, papá, abba. Esa es
la oración, esa es la expresión a la que Jesús nos invitó.
Padre, papá, abba, no nos dejes
caer en la tentación de la resignación, no nos dejes caer en la tentación de la
asedia, no nos dejes caer en la tentación de la pérdida de la memoria, no nos
dejes caer en la tentación de olvidarnos de nuestros mayores que nos enseñaron
con su vida a decir: Padre Nuestro.
Puede visualizarse completa en
humildadvilladelrio.blogspot.com en la pestaña Grupo de Oración.
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