Encuentro de Oración. Noviembre 2020
Esta noche el Grupo de Oración reunido a los pies del Señor hemos meditado sobre un tema difícil, del que nos gusta hablar poco, pero que quizá por ello implique no darle la naturalidad que posee. Hemos reflexionaremos sobre el Dolor; la visión de algunos autores y de la Biblia respecto a este aspecto de la vida misma.
La pérdida de alguien que
queremos. El divorcio. Un fracaso profesional. Una enfermedad incurable.
Decisiones que traen consecuencias tristes. La muerte de un pariente cercano.
El miedo. La tristeza. Los años que pasan. La soledad. La culpa.
Estas – entre otras – son algunas
de las causas por las cuales el dolor viene a instalarse en el entramado de la
vida. A veces, no avisa. Otras, lo presentimos. Pero nunca estamos preparados
para manejarlo con alguna ventaja. Siempre nos sobrepasa por alguna parte. Tiñe
de gris los días y las noches.
Siempre ha sido parte de
nosotros. Por eso, no termina de sorprendernos por qué siempre la gente le teme
tanto.
“Desde el minuto atroz en que
nacemos, cuando del tibio seno materno somos lanzados literalmente al frío, al
calor, al dolor, a la supervivencia, la realidad se muestra renuente a darnos
alegría como un estado permanente. No es raro, por lo mismo, que tengamos la
idea de que todas las cosas agradables, dulces, felices, son pasajeras.
Aprender a vivir en paz con el sufrimiento, es el primer indicio de que estamos
alcanzado la madurez.”
Hay que admitir que es una pieza
de literatura bastante pobre, sobre todo la última frase; parece charla de
campamento, pero tiene una pizca de verdad: la alegría no dura siempre y eso sí
es algo difícil de aceptar, especialmente en una cultura que rinde culto al
bienestar y el placer. Si no estás feliz, eres un perdedor. Libros de auto
ayuda, psicoterapias, medicamentos, lecturas devocionales, ejercicios
espirituales y otros recursos son invocados fervientemente para disolver la
dura materia del dolor.
¿Alguien puede entender que a
veces no queremos y no necesitamos consuelo? ¿Qué queremos asistir a la cátedra
del dolor y permitirnos aprender algo que la alegría no enseña? Eso sí.
Convengamos que si el dolor no enseña nada, no sirve para nada.
Sin el sufrimiento no es posible
ser felices en este mundo, porque no se puede ser feliz sin amar, y nadie puede
amar sin sufrir por aquellos a quienes ama y sin servirlos sacrificadamente.
Sufre quien procura aliviar activamente el dolor de los demás, como el buen
samaritano. Jesús ha ido por delante: ofreció en la Cruz su dolor para aliviar
el nuestro; se compadeció de las multitudes; corrigió los errores de los
fariseos y de los discípulos; padeció hambre, sed, sueño, cansancio, ultrajes,
traición, y todo por liberarnos de la esclavitud del pecado y alcanzarnos la
vida eterna.
Puede visualizarse completa en humildadvilladelrio.blogspot.com en la pestaña Grupo de Oración.
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