28 diciembre 2022

LOS SANTOS INOCENTES

Encuentro del Grupo de Oración. Diciembre 2022.

Hoy hemos vuelto a celebrar la oración que nos reúne al lado del Señor.

Termina el año y termina diciembre, un mes en el que hemos festejado la Inmaculada Concepción de María y, sobre todo, desde hace unos días, la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.

Pero en este caso, hemos reflexionado sobre el Evangelio y la festividad que celebramos hoy: los Santos Inocentes, tomando conciencia de la actitud de José y María ante los planes de Dios y el dolor del pueblo que sufre la perdida injustificada de los más pequeños

Ofrecimos esta oración por los santos inocentes de nuestro tiempo: por los no nacidos, y los que sufren indefensión en el mundo.

LECTURA:

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 2, 1-3.

«Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». Palabra de Dios.

REFLEXIÓN: La fe y el realismo de José; los Inocentes y el dolor de las madres.

Con estas pocas palabras del Evangelio que hemos leído, el ángel despierta a José para que salve la vida del Niño Jesús. Quizá nos ha llamado la atención que esta vez el relato no comenzase por un consolador no temas; esta vez sí que hay motivos para temer porque lo que está a punto de suceder es dramático. Un rey, por envidia y miedo, busca a Cristo para matarle. Jesús encuentra enemigos siendo todavía un niño frágil.

José, sin embargo, no se deja dominar por miedo y despierta delicadamente a María. Ayer mismo han disfrutado de la visita de los Magos. El olor a incienso y el brillo del oro que les han regalado siguen llenando el lugar donde descansan. Y, sin embargo, ya es necesario escapar, salir sin llamar la atención.

Podemos aprender del contraste de esta escena evangélica, al no perder de vista las sufrientes circunstancias en las que Dios quiso hacerse Niño. «Contemplar el pesebre es también contemplar este llanto, es también aprender a escuchar lo que acontece a su alrededor y tener un corazón sensible y abierto al dolor del prójimo. Contemplar el pesebre aislándolo de la vida que lo circunda sería hacer de la Navidad una linda fábula que nos generaría buenos sentimientos, pero nos privaría de la fuerza creadora de la Buena Noticia que el Verbo Encarnado nos quiere regalar. Y la tentación existe».

En el corazón de María se empieza a hacer presente la profecía de Simeón: «A tu misma alma la traspasará una espada». La madre de Cristo se está acostumbrando a salir enseguida, sin precipitación, pero sin demoras innecesarias. Esta vez tampoco hay tiempo para despedirse.

¿Por qué Jesús es una amenaza para Herodes? María y José tal vez no lo entienden, pero no juzgan los planes divinos. No se rebelan. Rezan antes de salir para que Dios les proteja y les bendiga en este nuevo viaje. Las dificultades no les nublan la vista, aunque temen por el Niño.

A José, quizá, una vez más, le asalta la misma incertidumbre que en ocasiones anteriores: ante el embarazo de María, cuando partieron hacia Belén a pocos días de dar a luz, la falta de lugar en la posada y ahora la necesidad de huir en medio de la noche.

 «¿Habéis visto qué hombre de fe? ¡Cómo obedece! “Toma al Niño y a su Madre y huye a Egipto”, le ordena el mensajero divino. Y lo hace. ¡Cree en la obra del Espíritu Santo! El padre terrenal de Jesús ha asumido su misión y sabe que un minuto de retraso puede ser perjudicial. Contempla a María absolutamente abandonada en Dios y en él, así que deciden partir en medio de la oscuridad.

«San José fue el primer invitado a custodiar la alegría de la Salvación. Frente a los crímenes atroces que estaban sucediendo, san José –testimonio del hombre obediente y fiel– fue capaz de escuchar la voz de Dios y la misión que el Padre le encomendaba. Y porque supo escuchar la voz de Dios y se dejó guiar por su voluntad, se volvió más sensible a lo que le rodeaba y supo leer los acontecimientos con realismo. Al igual que san José, necesitamos coraje para asumir esta realidad, para levantarnos y tomarla entre las manos».

Por orden de Herodes, un pelotón de soldados sale de Jerusalén para «matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de los Magos». La entera ciudad de David se llena del quejido de unas criaturas inocentes y del dolor de sus madres. «Se cumplió entonces lo dicho por medio del profeta Jeremías: una voz se oyó en Ramá, llanto y lamento grande: es Raquel que llora por sus hijos, y no admite consuelo, porque ya no existen»

¿Cómo puede despertar tanta violencia una criatura indefensa? Esos niños han dado la vida por Jesús. Mueren sin saber siquiera que mueren. Sus madres ven truncadas aquellas vidas inocentes y no saben por qué. Aparentemente no hay explicación para este suceso; representa el sufrimiento a primera vista inútil e injusto de unos niños que sellan con sus vidas la verdad que aún no conocen. María quizá imagina a estas madres rotas por el dolor, sin lágrimas suficientes para llorar tanto sufrimiento. No lo entiende, pero sabe que tiene un sentido y posiblemente empieza a atisbar que los planes de Dios no saldrán adelante sin mucho sacrificio.

El lenguaje se queda mudo ante semejante sufrimiento. María lo acoge en su corazón y guardó ese recuerdo toda la vida. Aquellos Inocentes dieron testimonio de Cristo, no hablando, sino muriendo, como «primicias para Dios y para el Cordero». Quizá, con el pasar de los años, María encontró a alguna de aquellas mujeres de Belén. No sería fácil consolarla, pero seguramente tendría palabras para serenar y curar esos corazones: las vidas de aquellos Santos Inocentes se unirían a la de su Hijo.

PREGUNTAS REFLEXIÓN:

-         ¿Es nuestra actitud de fe como la de José? 

-         ¿Obedecemos los planes de Dios o nos resistimos?

-         ¿Cuáles son los santos inocentes de hoy?

-    ¿Cómo María, nos unimos al dolor de los que sufren la indefensión por el fanatismo, la barbarie de la guerra o cualquier tipo de violencia?

MÚSICA:

Navidad. Pablo Dazán-Cover.

https://www.youtube.com/watch?v=rP95D2qdW0I

ORACIÓN FINAL: Himno a los Santos Inocentes

Tanto al tirano le place hacer de su orgullo ley,

que por deshacer a un Rey un millar de reyes hace.

Por matar a un enemigo siembra de sangre Belén,

y en Belén, Casa del trigo, no muere un Rey, nacen cien.

Y así su cólera loca no puede implantar su ley,

pues quiere matar a un Rey y corona a cuantos toca.

La furia del mal así no puede vencer jamás,

pues, cuando me hiere a mí, estás tú, Señor, detrás.

Estás para convertir en corona cada muerte,

para decirnos que el fuerte es el que sabe morir. Amén.

PADRENUESTRO/GLORIA/AVEMARÍA

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