Encuentro del Grupo de Oración. Octubre 2023.
Hoy, hemos vuelto a celebrar la oración que nos reúne al lado del Señor.
Estamos cerrando octubre, un mes en el que hemos festejado advocaciones importantes de la Virgen; como El Rosario o El Pilar, entre otras. Y, por supuesto en el santoral, los días de nuestro querido San Francisco y María Ana.
Hoy vamos a reflexionar sobre el valor de la paz en las palabras de nuestro “Santo de Asís” en una actualidad violenta, dura y llena de competitividad.
Ofrecemos esta oración por todos los violentos: de manera física y mental. Para que la paz impregne el corazón de tantas personas de las que depende el bienestar social y la construcción de un mundo más justo y fraterno. Por los que sufren las guerras; especialmente las de Rusia-Ucrania y de Israel-Palestina.
Comencemos sin perder la actitud con la que siempre venimos aquí.
LECTURA:
Lectura del santo evangelio según San Juan 14, 27-31
Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se
turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: "Me voy
y volveré a vosotros." Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al
Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que
suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros,
porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de
saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado.
Palabra de Dios.
MÚSICA:
Hazme instrumento de tu paz. Dulce Compañía.
https://www.youtube.com/watch?v=rZ5dMyTJWs8
REFLEXIÓN: Francisco, una propuesta firme de paz.
Es un hecho que vivimos en un mundo afectado profundamente por la falta de paz. La violencia afecta la vida pública en todo el mundo. Y no sólo está fuera, en la vida pública, sino también puede estar en el interior de nuestros corazones y de nuestras familias. En plena guerra en Irak una señora dijo: “Se habla mucho de la guerra en Irak, pero fíjese que mi familia es un campo de batalla”. La falta de paz se manifiesta de muchas maneras: en la violencia doméstica, los divorcios, las adicciones dañinas, las tensiones en las empresas, escuelas e incluso en las iglesias. La violencia se esconde detrás de la avaricia y del engaño, de la soberbia y la injusticia. Se encuentra en la hipocresía religiosa que atrofia nuestra sensibilidad espiritual y roba credibilidad a la Iglesia.
Pero más que hablar de la falta de paz, hablemos de lo positivo, hablemos de la paz y cómo disfrutarla. La paz es uno de los anhelos más profundos del corazón. Ansiamos armonía, serenidad, una mente sana. En este deseo por alcanzar la paz, Francisco de Asís se alza como uno de los grandes maestros.
Francisco vivió en un mundo peligroso, donde la guerra y la violencia eran
el pan de cada día. Aquel mundo era mucho más peligroso que el mundo en el que
vivimos actualmente. Él mismo participó, antes de su conversión, en varias
guerras y fue prisionero de guerra. Francisco y sus hermanos entraron en aquel
hervidero de pasiones, rivalidades y odios con una sorprendente simplicidad
para vivir y anunciar la paz.
En este contexto bélico Francisco y sus hermanos tomaron una decisión descabellada: recorrer el mundo desarmados y sin provisiones, llevando solamente la confianza en Dios y en la bondad de los demás. A la gente razonable esta empresa le parecía, por supuesto, bastante torpe e ingenua. Pero el hecho es que muchas veces les funcionó.
¿Cuál fue el plan de paz diseñado por Francisco? En realidad, no tenía ningún programa sofisticado: no tenía la capacidad analítica ni la estructura mental para hacerlo. Imaginemos que san Francisco es invitado hoy a una conferencia mundial sobre la paz. ¿Qué hubiera dicho? ¿Qué hubiera propuesto? Quizá algunas palabras apasionadas, pero medio deshilvanadas, y un gesto simbólico. Y sin embargo este hombre ha contribuido a la paz mundial de una manera extraordinaria.
En sus biografías encontramos muchos relatos en donde se narra la manera como Francisco contribuyó a la paz en ciudades dividas por odios y enemistades ancestrales. Quizá el relato más famoso sea el del lobo de Gubio. Los habitantes de la ciudad de Gubio habían emprendido una guerra interminable con el lobo feroz hasta que Francisco los invitó a cambiar de estrategia: no traten al lobo como enemigo, sino como hermano. Y cuando los habitantes de Gubio trataron al lobo como hermano, se acabó la guerra y vino una paz sabrosa.
Menos famoso es el relato de los que sucedió en Bolonia. Un testigo cuenta lo que vio un día en la plaza de esta ciudad. “Yo estudiaba en aquella ciudad, cuando tuve la ocasión de escuchar un sermón de Francisco en la Plaza del Palazzeto. Estaban presentes casi todos los habitantes de la ciudad. El sermón no tenía nada de oratorio. Sólo era un llamado a desarmar los espíritus y restaurar la paz.
El predicador vestía pobremente, su semblante era tosco y carente de toda belleza. Y, sin embargo, logró reconciliar con sus palabras a los nobles de Bolonia, enfrentados a muerte durante siglos. El entusiasmo de los oyentes fue tan arrollador que hombres y mujeres se abalanzaron sobre él, le desgarraron los vestidos y se llevaron los trozos como reliquias”
Lo que sucedió en Gubio, en Bolonia y en otros lugares sólo se explica por una fuerza trascendente que emanaba de aquel hombre sin atractivos físicos. Digámoslo en clave religiosa: los oyentes se sintieron envueltos, de pronto, en la paz de Dios.
La sencillez de Francisco trasparentaba la paz y la belleza de Dios. Había descubierto la paz en el corazón de Dios y en su propio corazón habitado por el Dios de la paz. Por eso, transparentaba y comunicaba esta verdad con emocionante simplicidad.
Así de sencillo. El secreto de Francisco es este: llevar la paz de Dios en el corazón e irradiarla a los demás. Lo que convencía no era el discurso más o menos bonito, sino su experiencia personal. Francisco les decía a sus Hermanos: “Que la paz que anuncian de palabra, la tengan, y en mayor medida, en sus corazones”. Lo que Francisco y sus Hermanos daban era lo que habían recibido, pero también lo que habían conquistado con esfuerzo. A ellos no les correspondía negociar acuerdos de paz. Esta es tarea de juristas, diplomáticos y políticos. A ellos les correspondía crear las condiciones espirituales que permitieran a cada persona decidirse, desde el fondo del corazón, por la paz y la concordia. Francisco confiaba en que la paz podía pasar del corazón de los Hermanos al corazón de los demás. La paz, más que predicarse, se contagia.
Pero Francisco no siempre tuvo éxito. Por ejemplo, en Perusa los nobles de
la ciudad no le hicieron caso. Prefirieron la diversión. Ni siquiera lo
escucharon. Pero el Santo de Asías sabía lo que iba a suceder si no cambiaban
de actitud. En un último intento, advierte que vendrá una guerra civil causada
por el orgullo y la injusticia de los nobles hacia sus vecinos. En este relato
se mencionan dos grandes enemigos de la paz: el orgullo y la injusticia.
Como podemos ver, la paz franciscana no se impone, se propone. Jesús había
dicho: “En la casa en que entren, digan primero: Paz a
esta casa. Y si en ella vive un hombre de paz, recibirá la paz que ustedes
le traen; de lo contrario, la paz volverá a ustedes” Si nuestra propuesta de
paz es rechazada, la paz se nos devuelve, es decir, el rechazo no nos hace
perder la paz.
PREGUNTAS REFLEXIÓN:
- ¿Somos ejemplo de paz en nuestros hogares, en nuestros lugares de trabajo,
en nuestras relaciones?
- ¿Cómo Francisco, transparentamos la paz? ¿Contagiamos la paz?
- ¿Estamos presos del orgullo y la injusticia, principales enemigos de la
paz?
- ¿Evangelizamos y creamos las condiciones espirituales que permitieran, a
cada persona, decidirse, desde el fondo del corazón, por la paz y la concordia?
- ¿Ponemos en nuestra oración la paz individual, social y del mundo?
MÚSICA:
Cantaré, cantarás.
https://www.youtube.com/watch?v=FiqVKUGy4ec&list=PLD714620EF7695F08
ORACIÓN FINAL: Oración por la Paz. Papa Francisco.
Señor Jesús, ante ti quiero volcar el espanto por el horror y el error de la guerra.
Me sangra el corazón a causa del sufrimiento de miles de seres humanos que se ven envueltos en un conflicto que no quieren ni han creado.
Ante ti, Señor, me pregunto:
«¿Qué precio tiene la paz?, ¿a qué acciones nos reta?».
Ayúdanos, Señor, a humanizar la sociedad, abriendo nuestro corazón a una cultura de la ternura y la paz, favorecedora de bienestar social. Para que la paz sea eficaz, todos debemos comprometernos con actitudes auténticas de sana humildad.
Una actitud del corazón y una comprensión de la mente que deja a los otros ser ellos mismo, con todos los derechos de ser humanos.
Dios Padre de todos, danos ojos grandes para ver y mirar a los demás como hermanos y hermanas a quienes debemos solo amar y respetar. Y saca de nuestro interior la violencia y el gesto amenazador que hiere y aplasta a los demás.
Tú nos dices: «Mi paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde».
Que tu Espíritu nos infunda la serena confianza.
Tú fuiste víctima de la violencia que te llevó a la muerte en cruz.
Que tu resurrección nos lleve a realizar el sueño amoroso de la paz y de la felicidad que Dios quiere para sus hijos e hijas amadas.
PADRENUESTRO, AVEMARÍA Y GLORIA
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