- En primer lugar, en la celebración de la eucaristía
presentamos sobre el altar el pan y el vino, “fruto de la tierra y del trabajo
del hombre”. La naturaleza y la cultura se encuentran y se unen en nuestra
celebración. El mundo cósmico y el esfuerzo de toda la humanidad se convierten
en ofrenda a Dios. Y en signo de la presencia de Cristo en la tierra y en la
historia humana.
- En este fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo
recordamos el pan y vino que Melquisedec ofreció a Abraham (Gén 14,18-20). El
primero era rey-sacerdote de los cultos cananeos. El segundo iba siguiendo los
pasos del Dios que lo había llamado. Dos pueblos, dos culturas y dos creencias
se encontraba en la ofrenda. La eucaristía es signo de la unidad por encima de
fronteras y prejuicios.
LA ENTREGA DE CRISTO
San Pablo recuerda una tradición que se remonta al
Señor y que él trata de transmitir con toda fidelidad (1 Cor 11, 23-26). Al
celebrar la eucaristía hacemos memoria de aquella tradición. La “re-cordamos”,
es decir, pasamos por nuestro corazón los gestos y palabras de Jesús y de su
Apóstol:
- “Esto es mi cuerpo que se entrega por
vosotros”. Con el gesto del pan partido
y compartido, Jesús quería expresar su entrega a sus hermanos. Los que
participaban en aquella cena y los que habríamos de seguir sus pasos a lo largo
de los tiempos.
- “Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi
sangre”. Los pactos y alianzas eran
sellados con el sacrificio de un animal. La sangre era símbolo de la vida y de
los proyectos comunes. El vino compartido hacía visible el sacrificio de Jesús
y sellaba la alianza nueva de Dios con los hombres.
- “Haced esto en memoria mía”. No podemos caer en la
amnesia. La muerte del Justo injustamente ajusticiado nos interpela. En la
Eucaristía proclamamos que su memoria pervive en nosotros. La presencia de
Cristo está viva en medio de su comunidad.
- “Cada vez que coméis de este pan y bebéis de la
copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva”. La fe cristiana nos lleva a vivir en una
esperanza activa. Deseamos que la presencia de Cristo se haga visible en
nuestro mundo. Pablo sabe que la Eucaristía anuncia y anticipa la manifestación
de Jesucristo, de su mensaje y de su salvación.
NUESTRA ENTREGA
El evangelio que se proclama en este día nos propone
una vez más la meditación sobre el relato de “la multiplicación de los panes y
los peces”. Ante la necesidad de la gente y la perplejidad de los discípulos
sobresale la decisión de Jesús
• “Dadles vosotros de comer”. Estas palabras no
reflejan una opinión personal. No son una simple una llamada a la generosidad
personal. Tampoco son solamente una indicación para cambiar un sistema
económico-social. Son mucho más.
• “Dadles vosotros de comer”. Estas palabras de Jesús
son una interpelación y un mandato. Están
dirigidas a los discípulos que siguen a Jesús. Pero se extienden a todos
los cristianos de todos los tiempos. Desenmascaran nuestro egoísmo y nos llaman
a la responsabilidad.
• “Dadles vosotros de comer”. Estas palabras de Jesús
son un grito profético que anuncia un mundo de bienes compartidos y denuncia
nuestra insolidaridad. La Eucaristía que celebramos nos exige hacer nuestra la
entrega de Jesús. Vivir un amor sincero a los demás. Y promover una caridad
generosa y una justicia eficaz.
- Señor, en la
eucaristía nos has dejado el memorial de tu pasión y la certeza de tu presencia
entre nosotros. Que, fieles a tu mandato, aprendamos a pasar a nuestros
hermanos el alimento que sacia el hambre y la fe que ilumina el camino. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés