Que superemos todas las tristezas, todos los abandonos.
Que sepamos vencer el miedo para no negarte
ni ante la acusación ni ante el halago,
ni ante la flecha que atraviesa el alma,
ni ante los paraísos inventados.
Que frente a la injusticia, y a la burla,
y al insulto más fiero, mantengamos
un brillo de piedad en la mirada,
un silencio de amor entre los labios,
una resignación muy por encima
de burlas y sarcasmos…
Que nada nos impida seguir siempre
contigo hasta el Calvario:
ni las brutales mofas de la chusma,
ni las espinas ni los latigazos,
ni el fuego de las llagas,
ni la sed, ni la muerte, ni el cansancio.
Que, tras la pena de los vía crucis
y la amargura de los viernes santos,
por tu gracia infinita de Cordero
que borra con su sangre los pecados,
alcancemos contigo esta alegría,
este triunfo pascual, este milagro.
Que tras la breve pesadumbre humana,
que tras las penas y
los desencantos,
y las complicaciones de la vida
y sus apuros y sus arrebatos,
tu triunfo sea un día
nuestro también, Señor Resucitado.
Señor Resucitado, que iluminas el mundo
con los fulgores de tu cuerpo claro,
con esa muerte que has trocado en vida
y con ese sepulcro abandonado,
porque no hay que buscar entre los muertos
al que, vivo, la muerte ha derrotado.
Señor Resucitado, que has abierto
las puertas de la gloria y has trazado
el Camino que lleva a dicho término,
únenos a tu gozo, oh Señor, y haznos
los mensajeros de tu buena nueva
por este mundo tan equivocado,
tan ciego para ver tus maravillas,
y tan sordo a la voz de tus mandatos..
¡Únenos a tu gozo,
a quienes, a tu muerte incorporados
por el santo Bautismo, en este día,
tu victoriosa Pascua celebramos!
Oración-poema al Señor Resucitado, por Francisco Vaquerizo Moreno