ENCUENTRO DE ORACIÓN DE ABRIL DE 2025
Termina abril, y volvemos a las plantas del Señor Humilde a vivir este tiempo pascual que nos habla de Resurrección, de vida, de nuevas oportunidades de ser, de crecer y de llevar la alegría de Jesús a todos los que nos rodean.
También ha sido un tiempo de despedida de nuestro querido Papa Francisco, ejemplo de sencillez, de iglesia a pie de suelo y de amor por los más necesitados.
Hoy, reflexionaremos sobre un bello texto que nos invita a mirar los pies y las manos de Jesús Resucitado.
Ofrecemos esta oración por todos aquellos que han resucitado a una vida nueva, que han cambiado sus rumbos y sus actitudes atendiendo a la buena nueva que Jesús Resucitado nos trae. También por todos los difuntos que durmieron en la esperanza de la Resurrección y por nuestro querido Papa Francisco, que ya descansa tras le enfermedad en los brazos de Cristo.
Comencemos sin
perder la actitud con la que siempre venimos aquí.
LECTURA: Lectura del Santo Evangelio según San Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos
en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró
Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se
llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino
Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás: «Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la
vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es
el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Palabra de Dios.
MÚSICA: Aleluya
https://www.youtube.com/watch?v=WhHlWxiXiEw
REFLEXIÓN: Las manos y los pies de
Jesús.
Jesús resucitado se aparece a sus discípulos y, ante sus dudas, miedo e
inseguridad, les invita a mirar sus manos y sus pies:
“¿Por qué os turbáis? ¿Por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y ved… (…) Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies”. (cfr. Lucas 24, 38-40)
Siempre hemos escuchado que, al mostrarle las huellas de su Pasión, Jesús les enseñaba que no era un fantasma; que era el mismo que había sido crucificado y que ahora se mostraba resucitado y glorioso.
Orando esta Palabra, me he quedado con esta frase: “Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona”, y me he preguntado por qué precisamente las manos y los pies. Podía haber dicho: “Mirad mi rostro, mis ojos; escuchad mi voz, soy yo”. Pero no… les invita a mirar sus manos y pies.
Jesús había recorrido los caminos con sus discípulos. Cuántas horas de cansancio, subiendo y bajando; de conversación compartida, de camino hecho oración gozosa y dolorida ante el trabajo por el Reino…durante largos y largos días, meses, años… Sí, los discípulos conocían bien los pies de Jesús. Le habían visto gastarse y desgastarse por Amor en el camino, saliendo al encuentro del necesitado, del que le buscaba, del que anhelaba recibir de Él el agua que se convertiría en fuente que brota para la vida eterna (cfr. Juan 4, 13-14)
Los discípulos conocían también muy bien las manos de Jesús: manos sanadoras, suaves, que acarician, que abrazan, que curan, que consuelan, que sostienen con fuerza, que levantan, que restauran…
Mirar los pies y las manos de Jesús es mirar el Amor de Dios hecho Carne, hecho Palabra, hecho Vida eterna por mí, por ti, por todos.
Y siento la invitación a que los pies de Jesús sean los míos: a tener pies embarrados, cansados, doloridos, pero siempre prestos a salir al encuentro del que tiene hambre y sed de Dios, por muy lejos que esté, por muy malo o largo que sea el camino.
Y siento el anhelo de que las manos de Jesús sean las mías, dejando que Él acaricie, sostenga, ame, apriete fuerte o dulcemente las manos del hermano, el rostro del hermano, el cuerpo del hermano necesitado del consuelo y del abrazo de Cristo.
Jesús nos lavó los pies, a nosotros, a sus discípulos en la Cena del Jueves
Santo. Sí, Señor, creo que empiezo a comprender.
“Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? (…) Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros” (Juan 13, 12-15)
Si Él ha sido nuestro servidor, estamos llamados a servir.
Si Él nos perdona, perdonemos y bajémonos de nuestro orgullo.
Si Él trae la paz, seamos instrumentos de paz para nosotros y para los que
nos rodean.
Si Él Resucita a la vida, resucitemos nosotros al Amor de Dios y al de
nuestros hermanos. Resucitemos siendo mejores personas y mejores cristianos.
Miremos los pies y las manos ensangrentados del Cristo de la Humildad y
volvamos la vista a sus ojos misericordiosos que siempre nos traen la ESPERANZA
de la Resurrección.
MÚSICA: Canta Aleluya. Dumas&Mary.
https://www.youtube.com/watch?v=Wst4BOgUhJ0
ORACIÓN FINAL: Alegre la mañana que nos
habla de Ti.
ALEGRE LA MAÑANA QUE NOS HABLA DE TI. ALEGRE LA MAÑANA
1. En nombre de Dios Padre, del Hijo y del
Espíritu
salimos de la noche y estrenamos la aurora;
saludamos el gozo de la luz que nos llega,
resucitada y resucitadora.
2. Tu mano acerca el fuego a la sombría tierra,
y el rostro de las cosas se alegra en tu
presencia.
Silabeas el alba igual que una palabra.
Tu pronuncias el mar como sentencia.
3. Regresa, desde el sueño, el hombre a su
memoria,
acude a su trabajo, madruga a sus dolores;
le confías la tierra, y a la tarde la encuentras
rica de pan y amarga de sudores.
4. Y tú te regocijas, Oh Dios, y Tú prolongas
en sus pequeñas manos tus manos poderosas.
Y estáis de cuerpo entero los dos así creando,
los dos así velando por las cosas.
PADRE NUESTRO/AVE MARÍA/ GLORIA