A las 11 en punto las
campanas de la ermita de la Virgen de la Estrella volteaban para despedir al
Señor de la Humildad. Casi un mes ha estado el titular de la Cofradía del
Miércoles Santo
en el santuario dado que las inclemencias meteorológicas no
permitieron su bajada
en la Festividad de Cristo Rey.
El tan ansiado sol
puso una luz diferente a la figura del Cristo de la Humildad, que habitualmente
procesiona en horario nocturno, a ello había que sumar los colores de otoño,
las imagenes que antes no se habían dado y los momentos que nunca fueron
vividos. Un traslado sencillo y respetuoso en el que el cariño de los vecinos
se hizo evidente en las colgaduras y macetas que adornaban el recorrido.
El Señor vestía su
túnica roja con bordados del S.XIX, estrenada en la pasada Estación de
Penitencia y como exorno floral portaba proteas, astilbe, coles moradas,
clavel, margaritas rojas y eucalipto.
La Parroquia abría
sus puertas y lo recibía con alegría en el día de la titular del templo, la
Inmaculada Concepción. Una sencilla y cercana Eucaristía con alusión a la
grandeza de María, a su disponibilidad a los planes de Dios, a la Humildad de
la Madre que se entrega al proyecto del Padre para hacernos el mayor de los
regalos: concebir al Dios que se hace hombre.
En la Acción de
Gracias, la Hermandad agradeció a la Cofradía de la Estrella Coronada su
acogida durante el tiempo que el Señor ha estado en el Santuario, así como a
todas las personas e instituciones que han colaborado en estos actos religiosos
que la Hermandad ha llevado a cabo.
Se culmina de este
modo un proyecto fraguado hace meses con la alegría del trabajo bien hecho y
con la ilusión de que haya servido para acercarnos más a Dios, a ser más fieles
al Evangelio y a la Misericordia con los hermanos.