
ENCUENTRO DE ORACIÓN DE NOVIEMBRE DE 2024
TEXTO INTRODUCTORIO
Compartimos la
oración que nos reúne al lado del Señor.
Termina el
mes de noviembre habiendo celebrado, entre otras festividades importantes para
los cristianos, la Solemnidad de todos los Santos, la Memoria de los Fieles
Difuntos y recientemente, la fiesta de Cristo Rey del Universo.
Hoy
reflexionaremos sobre la importancia de la autoestima, de reconocernos en
nuestras debilidades y fortalezas. De la necesidad de amarnos a nosotros mismos,
como Dios nos ha creado y reconocernos como sus hijos; únicos e irrepetibles.
Ofrecemos
esta oración por todos aquellos que no se valoran como personas, que se sienten
desgraciados o inferiores a los demás y buscan fuera el reconocimiento y la
forma de ser valorados. También, vamos a tener presentes a todos aquellos que
han sufrido pérdidas personales y materiales por la DANA que atravesó nuestro
país a principio de mes.
Comencemos sin
perder la actitud con la que siempre venimos aquí.
LECTURAS: Lectura Santo Evangelio según San Mateo 22:37-39
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu
alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el
segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Palabra del Señor
MÚSICA: Te amo. Mary Carmen
Barría.
https://www.youtube.com/watch?v=ENWpY49CDe0
REFLEXIÓN: El verdadero valor del anillo.
Un joven concurrió a un sabio en busca de ayuda.
- Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para
hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y
bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar, maestro? ¿Qué puedo hacer para que me
valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
- ¡Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mis
propios problemas! Quizás después… Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría
resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
- E… encantado, maestro. Titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus
necesidades postergadas.
- Bien. Asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la
mano izquierda y dándoselo al muchacho agregó:
- Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo
vender este anillo para pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la
mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa
con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo
a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía
lo que pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban
vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia
de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de
un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un
cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una
moneda de oro, así que rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda
persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su
fracaso, montó su caballo y regresó. ¡Cuánto hubiese deseado el joven tener él
mismo esa moneda de oro! Podría habérsela entregado al maestro para liberarlo
de su preocupación y recibir entonces su consejo y su ayuda.
-
Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás
pudiera conseguir 2 ó 3 monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a
nadie respecto del verdadero valor del anillo.
- ¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! -contestó sonriente el
maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar
y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender
el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se
lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del
candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
-
Dile al maestro, muchacho que si lo quiere vender ya, no puedo darle más
que 58 monedas de oro por su anillo.
-
¿58 monedas? -exclamó el joven-.
- Sí, -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él
cerca de 70 monedas, pero no sé… Si la venta es urgente…
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
-
Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-.
Tú eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal, sólo puede
evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que
cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano
izquierda.
Preguntas reflexión:
-
¿Sabemos que
somos personas únicas e irrepetibles y que Dios nos ama con nuestros defectos y
virtudes?
-
¿Nos amamos, como somos e intentamos aceptarnos, sin
juzgarnos?
-
¿Nos conocemos e intentamos mejorar aquello que
sabemos no nos hace bien personalmente?
-
¿Buscamos el
reconocimiento o la valoración de los demás para sentirnos bien?
-
¿Quién pone
valor a como somos?, ¿La sociedad?, ¿La apariencia física? ¿Lo que tenemos?
-
¿Nos
olvidamos de que somos templos de Dios, nos amamos, nos respetamos a nosotros
mismos?
-
¿Cuándo
llegamos a estar bien con nosotros mismos somos más capaces de darnos a los
demás?
MÚSICA: La alegría de mi Dios. Maikka.
https://www.youtube.com/watch?v=vHibk6F05uI
ORACIÓN FINAL: Oración para recuperar la
autoestima.
Señor, ten misericordia de mí.
Señor Jesús, llévate mis sentimientos de fracaso,
de vergüenza, decepción, culpabilidad, timidez, ira o enfado. Te pido que me
liberes de ellos que me han mantenido en la esclavitud y me han apartado de
vivir una vida plena.
Señor, ten misericordia de mí.
Amado Señor, hazme saber cuánto me amas. Me
dirijo a Ti, para que sepan que Tú has muerto en la Cruz, no sólo por mis
pecados, sino también por mis profundas heridas emocionales y mis recuerdos
dolorosos.
Señor, ten misericordia de mí.
Te Ruego Señor, que sanes todo lo herido y roto
que hay en mi persona. Ayúdame a amarme, a aceptar tu perdón, a perdonarme a y
perdonar a todos aquellos que me hayan causado injusticias, cualquiera, Señor,
que no me haya mirado con cariño y me haya rechazado consciente o
inconscientemente.
Señor, ten misericordia de mí.
Jesús, llena el vacío de mi vida. Dame, el amor y
la seguridad, que no he recibido. Dame confianza, alegría y energía nuevas para
que pueda hacer todas las cosas a través tuyo.
Señor, ten misericordia de mí.
Señor devuélveme una buena imagen de mí mismo,
aquella con la que yo fui concebido y que pueda verme como Tú me ves: especial,
único, digno, hermoso, para que yo llegue a ser la persona que Tú creaste y
quieres que sea.
Por Jesucristo Nuestro Señor, Amén”
PADRE NUESTRO/AVE MARÍA/ GLORIA